lunes, 25 de febrero de 2008

On the Run


Allá de lejos se ve un velerillo.
Había zarpado ya.
Es lo que tiene recrearte en la moña del día del anterior.
No es el que quería coger. Ese había salido de puerto unos días antes, y ya estaba en alta mar.
Aunque a decir verdad, no quisiera estar en su pellejo.


Veamos:
Cuando salí de Auckland, hacía mal tiempo. 
Cuando llegué a Pahia, era el fin del mundo. 
Trozos de palmera volando de un lado a otro, luvia sin parar durante dos días seguidos, y todo cerrado salvo un par de baretos nocturnos de los de bajarte 3 litros de birra en un sólo depósito. Y personajes tales de hacerlo, por supuesto.

Sólo faltaba un predicador sermoneando por la calle. (Y seguro que lo había, pero el viento se lo debió de llevar cinco cordilleras más allá).

Cinco minutos tardé en llegar desde mi hostal hasta una librería para comprarme un libro. Cinco.
Y cuatro días después aún no han secado los calcetines.

Por cierto, el libro es interesante. Una recopilación de historias de Kiwis que estuvieron combatiendo en Creta en la Segunda Guerra Mundial. Parece ser que Montgomery pasó un poco bastante de ellos, y tuvieron que buscarse la vida para escapar de los nazis. On The Run, se llama.

El caso es que en un pueblo donde todo lo que puedes hacer exige mar, y el mar no quiere, lo que te queda es un buen libro, una taberna, y seres de lo más dispares. Así que tampoco estuvo mal.

A destacar, dos tipos peligrosos. Geoff, bartender de Texas, y Kalifornia, californiano de California.
Con Geoff me veré por Auckland en breve. A Kalifornia me lo encontraré por algún periódico, y en portada.
*kalifornia: ingeniero de "pipelines" que ejerce de profesor de buceo, y quiere ser atracador de bancos. Sí, es el de la sonrisilla de hijoputa.
Ambos buena gente.

Conocimos a unas kiwis. Nos hablaron de sus hijos.  Nos perdimos en sus cervezas. La rubia y yo nos piramos y Geoff y Kalifornia aparecieron al mediodía siguiente con una guitarra y sonrisa marijuana.

Al día siguiente, me lancé a la mar. Un día de pesca en un barco de pesca. Parecía perfecto para una resaca. Pero no.

Os pinto el cuadro, porque me fue imposible sacar fotos.
Yo. cuatro tipos, una inglesa, y una pareja de suecos. Y dos lobos de mar que eran el capitán y el otro capitán.
La primera hora todos felices. Luego el mar se puso tontorrón. Y en dos horas estábamos en una noria.
Me puse pálido, y luego azul. Y cuando pensaba que estaba entregando mis vísceras al caído, la inglesa a mi derecha me da su caña gentilmente, se pone de rodillas, saca la cabeza por la borda. y vomita como un camionero de Alabama. Freestyle. 

Cuando me giré para avisar a los suecos,  él estaba amarillo y ella haciendo fuerza con la boca para no soltar el pastel, como la otra. Mirada perdida, pose rígida, figura de cera. Su caña daba tirones (vaya, que un pez había picado, y tal) y así estuvo el animalillo, tirando y tirando durante un tiempo. Pobre pez.

Así seguimos durante cuatro horas más.
Consejo: Nunca de resaca y con olas de cuatro metros.

Por cierto, pescamos un tiburón. Que mola un huevo decirlo, y que como manda la tradición debería exagerar. Pero es que era un tiburón tan pequeño (ni un metro) que ni exagerado es historia. Pobres tiburones.

Había defines, pero esos no se dejan. Esos son más listos y tienen contrato con los de las agencias de "báñese con delfines". Pasé de bañarme con delfines. Pobre delfines.

Cervezas y whiskey canadiense. Cosas de Kalifornia y de un pollo de Munich que no recuerdo. Lo llamaremos Munich. 
Cervezas con Kalifornia y con Munich. Y sin ellos pero con una italiana que decía que quería aprender a bailar flamenco en el Sur de España. Es decir, en Barcelona. (a veces me pregunto cómo lo hiceron para conquistar medio mundo)
Acabamos con la policía. Nada grave.

Amanecer tempranero de un lunes. Me levanto a las ocho de la mañana rodeado de cinco suecas. No por galán, sino por habitación con literas. Las suecas roncan. Me largo a navegar de 09:00 a 16:00.

El velero bergartín fue imposible. Pero si no puedes hacer lo que quieres, siempre puedes hacer el guiri, Asi que lo hice, y estuvo bien la cosa.


Velering, kayaking, snorkeling, cerbecing, comiding, y solaring todo el día, en un catamarán tamaño XXXL.
En el menú había Jimi Hendrix, Stone Roses, Bob Dylan, radiohead, Suede, Blur, Ocean Colour Scene, y ni una canción repetida. 
También había comida, pero era de corte sajón. Vaya, que no había comida en el menú.



De el velero al puerto, y de puerto al coach. Que es como llaman aquí a los buses. 
Tradición ovejera, supongo.

Me he dormido y me he despertado unas cuantas veces por el camino. Cada vez que me despierto pego un salto porque veo coches en contradirección. Aún no me he acostumbrado al sistema inglés. Espero a que se acostumbren ellos, que será más fácil.

Uf.
Faltan cosas, pero vaya, que mañana ya sigo, y eso.

Y antes de que se me cierren los ojos del todo, que siempre se me olvida. El teléfono de españa lo tengo apagado, tios.
Mi kiwiphone es +64 211024053.


viernes, 22 de febrero de 2008

Gaivotas na terra, mariñeiros á merda.

Que no quiere decir otra cosa que "gaviotas en tierra, marineros a la mierda".
Es algo que se dice por mi tierra, allá donde Los Celtas, Arsenio Iglesias, y Amancio Ortega. (No Pipo, Lotina no existe, es un holograma, un espectro, es la chica de la curva en versión entrenador)

En unas horas pillo el bus para irme a Bay of Islands.
Que suena tan paradisíaco como dicen que es, cuando hay sol.
Playas de arena blanca, aguas verdosas de anuncio de gel de baño, y palmeras a punta pala y a pala de punta.

Pero vaya, hoy me ha amanecido tal que asín:



Y la previsión del tiempo (página más visitada casi que el google por estas tierras) es de que la siguiente:



Es decir, que me espera una buena por el paraíso.
Me han recomendado un barco (de los de verdad, estos de madera y cien cañones por banda) en el que puedes enrolarte para hacer el paripé un tiempo.
Menos mal que en los barcos hay salvavidas, y que los tiburones prefieren la sangre inglesa (esto me lo han contado para darme ánimos y me lo quiero creer, así que es rigurosamente cierto y labrado en losa de mármol).

Otra tirada que me pilla de resaca.

Ayer me dejé liar para testar un 2x1 cervecero (happy hourghgggglugluglu) junto al puerto de ferrys. Y poco contento con ello, cuando decidí que estaba cansado, que me despedía, que "see you" y que "nice to meet you", me dejé atraer por un camino que no llevaba a mi cueva, sino al London Bar. Taberna cervecera que no es la primera vez que frecuento.

Pinta aquí, y pinta allá, y conversaciones antropomórficas con irlandeses ilegibles.
De hecho, estuve hablando durante hora y algo, y no tengo ni puñetera idea de sobre qué.
No entiendo un carajo de lo que dicen los irlandeses, ni creo que ellos me entiendan a mí.
Supongo que por eso me parecen tan divertidos.

Por lo demás, ha sido semana tranquila. Me llegan noticias de los que estáis por celebrar mi funeral de "se ha tirao de un avión" entre patxaranes en el sacrosanto Envalira, y de la marcha de Nuria y de la experiencia de Angelina por tierras de tanga y bossanova. Ángelo padrassao y qué criatura más bonita qué os habéis currado (felicidades a los dos. tíos, Angelina mola mucho, mucho : ) )

También me llega la partida de Risk que mantengo con Víctor, con Xavi, con el Güey, y con David. Habituales combatientes de terraza en la cantina "Ceballos". Repartidos por continentes. Como siempre, nadie se atreve con Asia, pero me huele a que alguien se está currando los 24 territorios. :)

Silvia. Muy chulo lo de Fidel Castro en bicicleta. Y lo de Kate Moss y lo de Darth Vader.
Te creo, al derecho y al reves, tranqui.

Dani y javi y marc. Dadles caña. Ya sabéis.

Maño. Esto es tu mundo, tío. En Zaragoza hay una puerta estelar que conecta con Kiwilandia. Estoy cada día más convencido. Igual un día me animo a buscarla.

Richard y Luciana. Qué estáis tramando allá por dónde los helados? Tiempo ha que no leo noticias vuestras. Estoy por mirar la prensa local, a ver si os encuentro. De revistas tipo Adweek o Advertising edge, de momento paso. :)

Santos y Nacho, y Nacho y Santos. Gracias por el contacto. Concédanme unos segundos de su exquisita diplomacia y encontrareme pues con María.

Os dejo con una de las cosas que más me molan de NZ. El sushi callejero.
Sabéis de mi apetito insaciable cuando de sushi se está hablando. Pues aquí, por 7$ te haces con un brick en garitos de la calle. Mejor que un McDonalds y más seguro que unos noodles de microhondas.
Por aquí empiezan a llamarme Anisaki.
:)


Ha empezado a llover. Viento de cojones. Cagontó.
De esta salgo con un pendiente de perla colgando de la oreja.


Un abrazo a todos.

jueves, 21 de febrero de 2008

Efectivamente.


Diríase que sí.
Que estoy en tierra de hóbitts.

domingo, 17 de febrero de 2008

Muchos pies

Vale.
Es cierto.
Tardo en actualizar el blog.

Un abrazo también para tí, Esteve.
Y para Julio y para Silvia y para Luciana.
Y para todos los que no posteais pero hacéis uso del mail.

Pero vaya, por los que achucháis en las entregas, como sé que los lunes hay más gente que se conecta, os resumo la semana pasada en un minuto. 
Y como estoy muerto, mañana le dedico un poco a cada cosa.

Básicamente:

Me tiré dos días a pintas con Martí, un couchsurfer de barcelona que se está recorriendo el mundo y dos sajones que venían de la Antártida. 

Alojé en mi estudio a Daniel, un couchsurfer de Canadá que se pilló el último pedo con nosotros, recién llegado al país. Aunque eso más que couchsurfing habría que llamarlo groundsurfing, porque no pude ofrecerle otra cosa al pobre.

Me piré a Routuroa. Una ciudad que apesta a huevos muertos y defecados porque algún tarao decidió montar una ciudad en el cráter de un volcán. Géysers, fumarolas, y rocas amarillas.

Alli no había ni dios, pero conocí a unos cuantos locales. Mi primer momento "peter sellers" de las antípodas. Se merece un capítulo ello solo. Impagable. Unas cuantas birras con ellos.

Me tiré de un avión a quince mil pies de altura, y a cinco kilómetros del suelo. Con viento, lluvia, y atravesando nubes de granizo. El granizo a 280 kmh duele. 
El paracaídas se abrió.

Me confundieron con una estrella de rock, compartí una habitación con una pareja de koreanos que no hablaban ni entre ellos, y me puse ñoño con unos cisnes durante hora y media por el efecto alucinógeno de algo que me echaron entre las algas de una sopa de resturante chino para chinos.

uf.
toy reventao.
mevoyadormí.


lunes, 11 de febrero de 2008

sábado, 9 de febrero de 2008

For those who wait.

Esta mañana me he tirado desde la torre de comunicaciones de Auckland. El edificio más alto del hemisferio sur.
Abajo la podéis ver sobre el skyline de la ciudad, desde el muelle deportivo. 

La cosa está montada para guiris. No lo vamos a negar. Pero era algo que debía de hacer.

He subido a tirarme con un inglés que en cuanto hemos salido del ascensor, y hemos visto el panorama, ha perdido el equilibrio.
La cosa le duró poco. Se subió a la rampa, revisó las cosas que tenía que revisar, y se lanzó por la gloria de Wiston Churchill. 

Verlo desaparecer de un saltito me hizo sentirme a medio camino entre los parachutas del Día D, y los japoneses de humor amarillo. Los técnicos se frotaron las manos, me miraron, y dijeron "Next". Sonreían como los supervillanos de los cómics.


Toda una experiencia. Aunque más light de lo que me pensaba, la verdad. La caída son unos 17 segundos en los que se te sube la pinta de Guinnes que te acabas de tomar dos calles más abajo. Pinta que no acaba saliendo, porque no le da tiempo a salir. 

17 segundos sin nada en la cabeza, como podéis ver.

:)

viernes, 8 de febrero de 2008

Pío, Pío.

30 horas de comida de avión son unas cuantas horas de comida de avión.
Confirmo los rumores. Singapore Airlines mola y hace cástings para elegir sus azafatas.
Ni mi abuela me habría tratado tan bien.

Dicho esto, la verdad es que llevo dos días por aquí, pero aún no he aterrizado. Sigo flotando un poco. El Jet-lag se lleva, y además se deja llevar. Es fácil si te despiertan los pajarillos que vienen a perpetuar la especie frente a mis ventanales. Muy majos.

He visto a gente que va descalza por la calle, he visto japoneses que son kiwis, he visto la torre de comunicaciones por la noche, y he visto a guiris con la camiseta del Barça.
He hablado con dos tipas canadienses, con un judío de Israel, con dos irlandeses de Bélfast, y con el indio de un supermercado. No son muy de aquí. Simplemente llegaron un día, vieron esto, y decidieron quedarse.
Los entiendo, la verdad.

Ayer me pasó una cosa curiosa.
Salí por la noche, a darme una vuelta por la ciudad, y cuando llevaba un rato caminando, se me aparece un platillo volante, me suben haciendo fuerza, me ponen unos pinchitos de fútbol en casa (parecían banderillas picantes, pero no me atreví a probarlas, por si eran otros macianos más pequeños con forma de pepinillo)y me cuentan nosequé del precio de los pisos (el idioma lo llevo fatal) y que sale mejor estar girando por el aire.
Luego me preguntaron por una calle, y les dije que yo estaba más perdido que ellos.
Entonces empezaron a soltar una babilla por su segunda boca y roncaron. Creo que era risa.
Me dejaron dos calles más abajo de dónde estaba y quedamos en llamarnos un día.
Buena gente, o cosas, o lo que fueran.

Aquí os paso el testimonio.
Prometo que no es un montaje.



Hoy me he pegado un pateada desde Beach Road, mi calle, hasta New Market. Eso sinifica que por el camino te haces Parnell. Un supuesto barrio "chachi" con tiendas cool, y cosas de esas.
No hay tiendas cool. Os lo garantizo. Quizá algún ápice de modernez del palo Mitter, en Berlín. Pero nada "cool". Ni puñetera falta que les hace, la verdad.

Eso sí, la ropa surfera está tirada de precio, y las Converse te las venden en supermercados, casi al kilo.

Cuando he vuelto, lo he hecho por el "parquecito" de la ciudad.
Por partes, parece una jungla y por otras el escenario de "Qué verde era mi Valle". Es impresionante que tengan eso en medio de la ciudad. En España habrían montado cuatro campos de golf, nueve geriátricos, y un centro comercial. Y todos ellos para gigantes.
Aquí no.
:)



No Silvia, aún no he visto pingüinos. Pero por el parque este me he asustado cuando se ha acabado una canción de Spoon que estaba escuchando. En ese momento escuché a miles de grillos diciéndose cosas a la vez, todos a mi alrededor.
Parecía el Sónar.

Me reservo mis horas de playa para la isla Sur o para algo más de fin de semana por el Norte. Pero aquí en Auckland me toca tirar de mi parte urbanita durante un tiempo.
Quizá la semana que viene me escape un rato, quién sabe.

Esta noche sigo.

abrazos.
:)

martes, 5 de febrero de 2008

Cuántos calcetines.

Hay cosas para las que uno nunca está preparado.
La vida diferencia dos especies claramente. Los que siempre atinan cuánta sal ha de echarse en platos para más de dos personas, y los que no somos capaces de decidir el número de calcetines que metemos en un petate cada vez que vamos de viaje.

Cuando iba a campamentos de pequeño, me enseñaban a ordenar una mochila. De abajo a arriba:
Botas y calzado, ropa interior, pantalones, jerseys, camisetas, camisas, y algo de abrigo rápido por si las moscas. En Galicia hay muchas moscas, y por eso llueve tanto.
Había una variante, que era el saco de dormir. La escuela más extendida era la de los que lo metíamos entre la cabeza o tapa del petate. Pero también estaban los que lo enroscaban en las asas inferiores, que siempre parecía más profesional, pero si usaban saco de cremallera sin funda, siempre se desenroscaba y acababa pareciendo una crisálida.

En el bolsillo superior, guardabas los croissants de La Bella Easo, que tu madre de compraba por si acaso, y en los laterales, los útiles fundamentales par la supervivencia en el campo, como la linterna de petaca que nunca tenía pilas, los kleenex que volvían a casa arrugados y sin abrir, y el cuchillo superchulo con brújula por si te pierdes.

Si la mochila se mantenía en pie por sí misma, es que estaba bien hecha.
Si era más grande que tú, molabas.

Dentro de seis horas, salgo para Nueva Zelanda, y tengo la planta de arriba de mi piso poblada por un ejército de cientos de calcetines distribuidos por parejas. Predominan los blancos de deportes, que son como peones multiusos. Algún batallón bastardo medio Nike, medio Adidas, se arrejunta con aspecto peligroso. De cuando en cuando están los negros, que son algo así como la antigua caballería. Elegantes a la par que rudos. Y luego están los finos. Esos de rayas y cuadraditos que parecen los estandartes de las casas nobiliares, que suelen codearse en fiestas de alto postín.

En seis horas salgo para Nueva Zelanda y estoy escuchando Flaming Lips.
Es lo más parecido al estrés que he vivido desde que dejé de currar en Diciembre.

Deberíais de probarlo.
Es cojonudo.
:)