martes, 29 de abril de 2008

Changi. Chachi.

Changi International Airport. Singapore.

Aqui me encuentro. En el mejor aeropuerto del mundo, tras el peor vuelo de mi vida, con la mejor aerolinea de las aerolineas, Singapore Airlines.

La cosa empezo bien. A su hora. El avion me parecio raro, y mas que raro "vintage".
Me toco entre una senhora rusa, yuna senhora kiwi. La senhora kiwi muy maja. Resulta que tiene un hostal en Coromandel Town, y yo estuve alli, a la par que Ian Brwon y Wilco. Estaba emocionada porque Ozzy Osborne (de los Osborne de toda la vida) le habia alquilado todo el motel, y el backpackers para los roadies. Se iba a Holanda a visitar a una amiga, y me invito a volver a su hostal y llevarme a pescar.

La rusa.
La madre que la pario.
No tardo ni un minuto en tirarme un vodka cola.
Pidio disculpas, pidio otro vodka.
Me tiro el segundo Vodka.
Hui.

De ese asiento pase a otro. Junto a un escoces que me estaba liando con la azafata.
De ahi, a otro, junto a dos gordos chinos.

Porque me cambie tanto, pues para ver Juno. Y para escuchar la pelicula en espanhol, que esta saturadilla de slang.
Lo consegui.
Efectivamente, Silvia, Juno Mola.
Tambie me trague la ultima patranha de iziar Bollain. Mataharis. Sin comentarios.

Me quedan cinco horas en Changi. Duchas, piscina, masajes, y mas tiendas de lujo que en la quinta avenida.
Me doy miedo.

Sweet as bro.
:)

Alla nos vemos, martinha. Dale mis respetos a Nachete. Si estos se apuntan a cenar esta semana al envalira podrias veniros, no?
Yo soy efimero, pero el Envalira es digno de merecer. Los mejores arroces de barcelona, regentados por un artesano gallego. En plena plaza del sol.
Increpa a los de ShackletonAd de mis partes.

nus vemus!

lunes, 28 de abril de 2008

Carros de Fuego.



Saliendo de Queenstown, y camino de Christchurch.
Quedé con Alexia en recogerme frente al Bungy Jumpy Center. Ella fue a buscarme al "Bungy Jumpy Hostel".
Eso nos da un excelente leimotiv de los personajes.

Alexia es chilena. Deportista, educada, simpática, de buena figura y excelentes contornos. Perfil griego y tez tostada.
Alexia nos condujo en su coche con la tapa del depósito de gasolina abierta durante todo el camino. Alexia nos hizo escuchar durante horas una y otra vez la banda sonora de Carros de Fuego(justo después de los grandes éxitos de Enya, y justo antes de un disco que había grabado su hermano, que debe de hacer música para juegos de móviles). Alexia soltó las manos del volante y se las llevó a la cabeza porque había un possum en la carretera.

Siete horas con Alexia.

Llegamos a Christchurch, y salté del coche en marcha.
En mi habitación conocí a tres japoneses.
Me quedé frito.

A la mañana siguiente, decidí pirar de esa ciudad. Tres días esperando un avión es algo que sólo puedes hacer si eres Humprey Bogart. Me subí al norte, a Kaikura.

Kaikura es un pequeño pueblo, con una hermosa playa situada frente a una fosa abisal.
Es decir, que si haces pie, es que mides un par de miles de metros de pies a cabeza.
La atracción local son las ballenas.
Si vas a Kaikura, has de ver ballenas o bañarte con delfines.
Kaikura es así:


Un canadiense que conocí en mi hostal, me dijo que lo mejor que se podía hacer, era ir a pescar en bote. Es más barato, te consigues tu cena, ves a los bichos, y las historias son mucho mejores.

Aquí, comienza otro tipo de periplo. El de intentar ver un partido de la Champions League en Nueva Zelanda.
El Barça-Manchester empezaba a las seis y media de la mañana.
Me desperté a las seis. Desperté a todos los de mi habitación. Me levanté a las seis y cuarto.
A las seis y media allá estaba yo como un pepe, buscando un garito por el pueblo.
El pueblo estaba todo cerrado. El pueblo dormía.
Allá me encontré con otros ingleses. Del Manchester. Siete holligans del Manchester.
Perdidos como yo. Esputando monosílabos.

Conseguí hablar con alguien del pueblo. Me mandaron a las afueras. A medio camino entre mi pueblo otro pueblo. A un lugar llamado Robbie's, donde servían desayunos y tenían Sky TV (el plus de aquí).

Llegamos a Robbie's a las siete y media. Llegamos a Robbie's. En Robbie's había desayunos, Sky tv, y CRICKET.
Desayuné viendo un partido de Crícket. No tenían contratado el paquete de canales donde pasaban el fútbol europeo.
Los partidos de Crícket pueden durar cinco días, así que decidí no esperar a que acabara conmigo.
Al menos, me invitaron al carajillo de Balleyss.

Decidí hacerle caso al canadiense, me enrolé en un barco pesquero, y se me unió Andy, un inglés de mi hostal.
El capitán, el fisherman friend's, llamó a las doce para decir que a la una, a la una para decir que a las dos, y a las dos para decir que olas de cuatro metros y que va a ser que no.
Nos alquilamos unas cañas, nos compramos una caja de birras, y de allí a la playa.





A esas alturas ya nos habíamos juntado dos ingleses, dos checos, un irlandés, y una escocesa.
Los peces decidieron no venir al encuentro.
Uno de los checos, decidió invertir el único dinero que tenía para su cena, en la caña de pescar.
Pobre checo.


Allí en Kaikura, me encontré a un Israelí que había conocido en Greymouth. Un tipo curioso.
Resulta que muchos Israelíes se vienen a Nueva Zelanda cuando acaban el servicio militar (los tres años de servicio militar) para darse unas vacaciones.
Con él me estuve bajando botella y media de vino, escuchando historias de la guerra.
Historias tristes, la verdad. En especial la de un niño al que tuvo que amenazar con una arma por miedo a que llevara explosivos en un toque de queda.
Historias duras.
Le conté que estuve en Siria, y también en Israel. Que ambos pueblos me impactaron. Llegamos a un término medio. Deseamos que hubiese paz algún día, y ninguno de los dos creímos que eso pudiera llegar a ocurrir.
Una charla interesante.

En Kaikura estuve dos noches. Riendo con los ingleses la mayor parte del tiempo. No es fácil toparte con dos ingleses sobrios en Nueva Zelanda. Chris y Dany acostumbran a estar siempre borrachos, pero su mente es bastante lúcida. Hermanos desde pequeños. Viajando desde hace años.


De Kaikura, me volví a Christchurch. Decidí apostar por otro backpackers.
New Excelsior Backpackers.
Bingo.




Resultó que hallábame yo en el lugar, y en el momento adecuado para acabar mi periplo por la Isla Sur.
Blues de Auckland Vs Crusaders de Christchurch.
El Madrid - Barça de las antípodas.
Rugby.

En mi hostal coincidí con dos canadienses y un tio de Miami (miamiero?, miamense?) fanáticos del rugby. Los canadienses eran siameses, y uno de ellos curraba en NZ por su pasión por el rugby.
De repente me encontré en el estadio, gritando algo así como "camón, camón, camón Crusaders, kil de bol, kil de bol!!!, para sorpresa de la grada, y de mis parteners (comprendan que en el rugby puedes comprar cerveza, que con cuatro cervezas te regalan una bufanda, y que allí hacia mucho frío).

Lamentablemente, no hubo Haka. En lugar de la Haka sonó la Cabalgata de la Walkirias, apareció un helicóptero, y unos tipos se bajaron de él.



Luego unos veteranos de guerra dijeron cosas y desfilaron por el campo.
Era el día de ANZAC. Un tratado entre los países de Oceanía para ser aliados en la Segunda Guerra Mundial. Si buscáis Gallipolli en google, veréis algo del tema. Son unos cuantos los antipodeños que nunca salieron de allí.

Volvamos al rugby:




Los Crusaders ganaron. Y salimos del estadio con una turca de la leche.
En nuestro hostal había barbacoa y fiesta, para alegría de la pobre holandesa que dormía en nuestra habitación. Holandesa con fiebre en habitación con ventana al mismo nivel que la fiesta.

Cuando acabó la fiesta llegamos nosotros.
Después de haber pasado por unos cuantos lugares, y por unas cuantas cervezas.



Lo último que recuerdo de esa noche son dos franceses que aseguraban conocerme de Queenstown, y algo de charla con la holandesa cuando llegué al hostal.

Volé a Auckland a la mañana siguiente.
Rob tenía mis llaves.
Rob le dijo a Mireia, "ha pasado por aquí Rubinho, con una resaca de tres pares de mondongos".
Estuve durmiendo dos días.

Vaya resaca.





Acabo de cenar con Mireia en el japo del barrio. Es la una de la mañana y en Auckland llueve.
Mañana salgo hacia Barcelona.
Salgo a las doce veinticinco de un día que es veintinueve y llego a las ceronueve del día siguiente que es treinta.
Unas veintitantas horas de distancia, y unas treinta y tantas horas de vuelo.
Toda una vida.
Cosas del futuro.

Chim-pón.

domingo, 27 de abril de 2008

Lluvia en mis zapatos. En mis All Stars. En Milford Sound.





El camino.

Como cuentan, como dicen, el camino de Queenstown a Fiordland, es espectacular. Sobre todo en su comienzo, y en su final. Bordeas el lago, te adentras en un valle, te duermes entre la nieve, y te despiertas en un paraíso.
Arriba adjunto imágenes del paseo por el valle, al amanecer.



Y esto, esto de aquí arriba, es un trozo del pastel. Del parque nacional de Fiorland.
Como os decía en otro post, mi rodilla no me permitió hacer el Roteburn Track, locual me dio cierta rabia cuando estaba en Queenstown.
Allí, Val me dio un pase para el barco de una de las agencias que manejan los tours por Fiorland. Concretamente un pase de la agencia mas cara. Lo teníamos desde Greymouth, donde su madre, que por cosas de la vida, también estaba viajando por Nueva Zelanda, se lo había dejado a su hijo.

Su hijo no lo iba a usar, porque se piraba de Nueva Zelanda.
Así que el beneficiario fui yo.

Me acerqué a la agencia, les comenté que tenía un pase, que me lo habían regalado.
Me miraron de arriba a abajo, y me dejaron caer que ese billete estaba a nombre de una señora belga. Y que yo no respondía a la descripción.
Fue imposible llegar a un acuerdo, así que cansado y vencido, decidí comprar un tour, allí mismo. En la misma agencia.
Vaya.
Imagino que el resultado es el mismo, pero algo desencanta cuando te meten en un bus de jubilados de vacaciones. No tengo nada en contra de los ancianos, pero me entristece verme en tales circunstancias. Nunca me he sentido más turista en este país, que dentro de ese autobús. En fin.

Volvamos a la rabia. Volvamos a mi rodilla, allí cuando abrí los ojos y me encontré en el Parque Nacional de Fiorland, camino del Milford Sound. Allí por donde natura gana, y el ser humano pierde. Allá, poco después pasada la entrada al trecking, la señora que conducía el bus (aquí los buseros, hablan mientras conducen) se animó a comentar que esa era la entrada de uno de los mejores treckings del mundo. Posiblemente el tercero de Nueva Zelanda.

En la primera pausa que hicimos allí dentro, salí en estampida. Aceleré el paso, llegué a un puente antes que los ancianos, y grité de rabia.
Lo necesitaba.



Todo lo que rodeaba era belleza. Podría haberlo disfrutado caminando, pero no. Mi rodilla había dicho que no.
Volví al autobús.
Escuché a Death Cab for Cutie hasta que llegué hasta el puerto del fiordo.

Milford Sound.

Milfod Sound es el más famoso de los fiordos de Nueva Zelanda.
Alguien me recomendó el segundo, el Doubtful Sound, pero decidí ir a tiro fijo.
Este es uno de los lugares más húmedos del planeta. Siempre (o casi siempre) llueve.
la frecuencia de la lluvia determina el volúmen de las cascadas que van apareciendo por el camino. Y en esta ocasión, después de una semana de tormenta, estaban ciertamente hermosas, ellas.



Ninguna foto hará justicia, la verdad.
Registrar un fiordo, con una cámara compacta es imposible. No hay angular, no hay perspectiva, no hay nada más que lo que hay. Y eso es poco.
Pero vaya, aquí os paso unas cuantas para haceros una idea.

Me gustaría que alguna vez en la vida, podáis vivir esto.



Como siempre, como en cada barco al que me subo, acabé empapado.
Algo así no es para verlo detrás de una manpara de vidrio. Lo siento, pero no. Me niego.
Así que subí a cubierta, y me quedé junto al puente.
Por momentos, incluso calculé la magnitud del resfriado. Podía permitirme un día de cama en Christchurch, así que tampoco sería tan malo.

Acabé haciendo migas con el capitán. O algo parecido al capitán, vaya, porque sólo había dos tipos pilotando el barco. Un tipo curioso y divertido, además de ser el único con un mechero a bordo. Aburrido de hacer lo mismo una y otra vez, aunque sea allí, en ese paraíso lluvioso.
Lo entiendo.

Por el camino, más morsas, más cascadas, el océano (concretamente el Mar de Tasmania, pero vaya) y un servidor allí, en cubierta.



Como ya he dicho, no hay foto que haga justicia. Ocurre los mismo que con el Franz Josef Glazier. No hay perspectiva real, y no se advierte la magnitud. Ergo, resulta imposible.
Pero creedme.
Este lugar, es increíble.

Quería haber sacado tiempo para localizar a un asturiano que vagabundea por aquí desde hace un tiempo. Sigo su blog de vez en cuando. Nico.
Pasaos por allí si tenéis un rato. Tiene talento--->http://turuta.wordpress.com/

De allí, vuelta a Queenstown. A mí última noche en Queenstown antes de volver a la costa Este.
Val se había ido, Natalie (inglesa escocesa) se había ido, los holandeses se habían ido, David el gironés se había ido. Incluso los irlandeses con los que me puse a gritar "when i grow up, i want to be a gooney", se habían ido.
Estuve solo, y tiritando en mi habitación.
Solo, durante diez minutos.

La puerta se abrió, y apareció una especie de Miqui Puig, pero en Checo.
Me advirtió de que venían tres checos más. Ya tenemos cuatro checos.
Primero preguntaron si quería una birra. Después mi nombre.
Eran de los que diparan y luego preguntan.

Intentaron convencerme para salir de rumba, pero fui incapaz. Había dormido tres horas, estaba tiritando, y a la mañana siguiente debía de intentar conseguir un booking para llegar a Christchurch, o al menos, para algún lugar de la costa Este. No quería hacer autoestop con el frío que hacía (habíamos llegado a 2ºC).

Me prometieron traerme a un par de nativas para dormir caliente.
Los checos. Todos los checos que me he encontrado viajando, me caen bien.
Los checos son cojonudos, aunque me despertara sin las nativas.

Al día siguiente me despedí de ellos. Incluso por la mañana eran graciosos.
También me despedí del lago, que estaba frente a mi habitación.



Fui a un garito internet. Al barato, el que está justo enfrente del caro.
Allí encontré una nota en el panel de avisos:

"El día 22 salgo para Christchurch en mi coche. ¿Alguien está interesado en subirse y compartir gastos?
Alexia "

Me fui a Christchurch.

viernes, 25 de abril de 2008

Queenstown. La madre del cordero.



Queenstown mola.
En sí mismo, vaya.

En Queenstown hay un parque espectacular con un campo de frisbie junto al lago.
Algún día os explicaré cómo juegan aquí al frisbie. Es espectacular y bastante divertido. Nada de tirárselo al perro. Es más del tipo golf acrobático.

También hay un garito de hamburguesas que mola, y unas camareras de un café que siempre sonríen cuanto les pides un capuccino con acento español porque les haces gracia. Como tienen la calefacción puesta, se les ponen unos coloretes que cierra por completo la imagen de manga.

También está el D.O.C. (departamento de conservación, los gnomos que cuidan de los bosques y a los que informas de que quieres irte al monte) de la zona. Muy a mi pesar.
Quería yo hacer el Roterburn Treck. Huir de los ingleses borrachos, de las tiendas de ropa de snow, y de los precios desorbitados del supermercado del pueblo.
Mi rodilla decidió que no, que no había treck.

Ella sigue maltrecha desde el río aquel, para mi infortunio. Cada escalera que subo, duele. Cada mañana, duele. Cada vez que hace frío, duele.
Algo va mal, y me tocará ver al médico cuando vuelva a Barcelona.
No es que me vaya arrastrando, pero vaya. No quiero quedarme tirado en un trecking de tres días. Decidí prevenir y no curar.
Si no puedes huír de ellos, únete a ellos.

En Queenstown todo está conectado. La llave de tu habitación te da un 2x1 en el bar Búfalo. Si la secadora no seca, te apañan un lavado pagando y un secado "tal vez no" en la lavandería de al lado del hostal. Si quieres contratar cualquier cosa, hazlo mediante alguien porque alguien conoce a alguien que hace descuento a base de alguien.
Es la única ciudad que he visto en mi vida, con dos puestos de información, uno frente al otro, haciéndose la puñeta para ver quién consigue más clientes. Por momentos me recordó a los conductores de tuktuk de Tailandia.

Por la noche, es asi:


Y también así:


Sorpresa, sorpresa.
Un futbolín catalán, en el Altittude. Sin duda, el peor bareto de Queenstown.
Cuando lo vi, me perdí. Imaginé que era decoración. El mejor lugar lugar para un futbolín, sin duda, no es junto a la chimenea. Sobre todo para los que juegan con el culo en el fuego.
Pero yo, curioso cual mapache, me acerqué a olisquearlo. Y olía bien.

Val, que afirma que en Bélgica el futbolín de un pata es deporte nacional, se merecía un repaso.
No tuve rival en ese bar, ni en las cuatro noches que pasé en Queenstown.
Dicho sea, que el nivel era más bien bajo.
Ese futbolín, me salvo de las fauces del mainstream de los clubes del pueblo. Ese futbolín, que ha viajado medio mundo, para acabar en el bareto en donde se encierran los cachorros de Kiwi Experience. Oh, pobre futbolín, pobre de tí.
Imagino que no tardará ni un año en convertirse en astillas para la hoguera, a manos de un brittie cocido entre sus babas.

De día, la actividad estrella es el Bungy Jumping. Es decir, saltar de un puente cabeza abajo, atado a una cuerda elástica.

Yo iba decidido a hacerlo, pero después de haber saltado de la Sky Tower, de haberme tirado de un avión, y de haber sobrevivido al "Starky" style de Val en la doma de Janis, mis dosis de adrenalina estaban cubiertas.
Además, ver todos esos buses repletos de gente con la intención de hacer exactamente lo que quieres hacer tú, le quita toda la emoción al asunto. Le da un aspecto de fábrica que al menos a mí, me echa para atrás.
La otra cosa es que es caro, y que por encima del bungy, quería irme al Milford Sound.

Una noche me bastó para entender que en esa ciudad, poco puedes hacer sin gastar una cantidad ingente de dinero. Poco, salvo dormir la resaca.

De mis cuatro días en Queenstown, el tercero tocó otra despedida. Val se volvía a Australia.
Os hablaré de este prohombre con el que me he recorrido media media Nueva Zelanda.



Val es un belga que desea ser guionista de cómics, que ha sido arrestado más veces que Keith Richards, y que lleva ahorrando desde la adolescencia para rodar su primera película, en la que hay una ruleta, un cristiano, y un puñado de dólares sobre la mesa.

Se vino a Nueva Zelanda desde Australia, el mismo día que en Australia le dijeron que tenía que abandonar el país. Pidió otro visado de trabajo, hizo la mochila, se subió a un avión y decidió gastarse el dinero que había ahorrado currando con los aussies.

De pequeño fue sordo, y ahora se pasa casi todo el rato escuchando.

Ha perdido tres cámaras de fotos, se ha dejado el ipod en el coche que le recogió cuando hacía autostop y se ha olvidado el peine dentro del frigorífico del hostal de Greymouth.
Todo eso, en menos de un mes.
En su haber, una claúsula que envidio por encima de todo: "Nunca, jamás, volveré a estresarme".

Val es un tipo ciertamente divertido.

Lo pongo en la estantería, allí junto a Chalid, junto a Britta, Junto a Skyler, junto a todos los que he ido conociendo y no sé si volveré a ver algún día.
Uno nunca se acostumbra a decir adiós a este tipo de gente.



See'ya in Brussels, Val!!!
You're definitelly great!

miércoles, 23 de abril de 2008

Focas italianas.

Habíamos dicho entonces, que recorriendo la Costa Oeste de la Isla Sur, ergo los Alpes Kiwis, te vas cambiando el paisaje en cuestión de horas. Y puedes pasar de esto:



a esto otro:



Haciendo escala por aquí,



Y por aquí, claro está.



Y todo esto, relativamente cerca, y relativamente lejos. Todo depende de si eres un coche o un cuervo.
El coche pierde.
Así que decidimos perdernos, y cambiamos de costa.
Esto ya lo sabéis, vaya. Pero me apetecía colgar las fotos y no tenía otra excusa.

De Timaru, de los uruguayos Cerve y Vino, a Omaru. A buscar a los pingüinos. Llamamo a su puerta, a ver si se bajaban a jugar a la plaza, pero estaban castigados, así que decidimos bajar a Dunedine.
En Dunedine, rozando la muerte y esquivando a un par de coches, decidimos que además de un par de universitarias, poca cosa había allí, así que decidimos perdernos una vez más. Nos perdimos hacia Otago Peninsula.

Otago Península es lugar silvestre y por domesticar. Mola.
Allí encontramos el que posiblemente sea el hostal más marciano que he visto en mi vida. Y mi vida se compone de unos cuantos hostales.

Básicamente era una casa con habitaciones frente al mar, con una caravana, un autobús escolar que hacia de caravana de matrimonio, y un letrero en la puerta que rezaba: "Hola, somos Christinne and Bill, los dueños. Pasad y acomodaos, y ya os veremos de noche".
Es decir, una casa con la puerta abierta.
Por ninguna parte había precios, así que decidimos ir a buscar a alguien.
Alguien no apareció, pero a un par de cientos de metros había otra casa, la de un señor muy mayor que a veces hacía de hostal. Decidimos quedarnos allí, en lo que antiguamente era la habitación de sus hijos.

El señor veía la tele pero escuchaba música clásica, y nos dijo que había unas focas en la playa. Le pregunté si eran italianas, y no comprendió el chiste. Sacó un libro de su estantería y durante media hora me tuvo buscando alguna corriente oceánica que trajera focas desde el mediterráneo.
Como ya he dicho, era un señor muy mayor.

Aquí, una foca.


Efectivamente, la playa estaba sembrada de focas. y de un par de leones marinos.
Las focas se dejan hacer. Los leones no. Su padre. Acercarme a un metro de los bichos con la cámara desató la tercer guerra mundial. Tíos, me reservo la historia completa para después de un par de orujos del Envalira. Esta y la de las cabras montesas son historias que se merecen una buena sobremesa.

Algo más divertido. Los pingüinos.
Graciosos. Muy graciosos.
De hecho, todo es gracioso en el mundo pingüino. Ellos, sus andares, sus ruidos, y los humanos que se acercan para verlos.

La cosa es que sólo salen del agua al atardecer. Algo no entendimos muy bien, y llegamos al anochecer. La cosa pintaba absurda.
Cuando llegamos a la playa de la colonia de pingüinos, sólo había unos treinta humanos. Mirando a la nada, al vacio, a la oscuridad. Parecía un encuentro Ovni, de esos. Sólo faltaba Carlos Jesús soplando al aire.

Al final, ocurrió. Me estaba liando yo un cigarro de liar, cuando empecé a escuchar una conversación en pingüino. Ellos estaban hablando de sus cosas, y caminando en la oscuridad. La oscuridad pasa entre mis piernas, y ellos también. Uno se paró a medio camino, se me quedó mirando, y decidió que yo no era nada interesante, así que siguió su camino a casa.
Debía de ser una pingüina.

Esta es la única foto que tengo. Si tiras una foto con flash, los verdes te apuñalan por la espalda, por molestar a los bichos.



Poco después, aún entre pingüinos, me llamó Mireia para informarme de que la tormenta de las tormentas venía a la Isla Sur. A los pingüinos les asusta el ring del teléfono, y a los japoneses también.
Mireia estaba en lo cierto. La tormenta madre empezó ese día, y en nuestra habitación de hijos adoptados estábamos a cero grados. Val tuvo suerte, le tocó litera. La de abajo. A mí dormir con capucha amén de las goteras.

Al día siguiente, emergiendo de entre la lluvia llegamos a Wanaka. Parada sin fonda, pero con gominolas. Ciudad de hacer snowboard y de guardar un tractor en el garaje.
Es este país son unos auténticos enfermos de las gominolas. Las adoran, las tienen por montones. Las devoran. Eso, las hot pies, las cookies, y el chocolate.

Tras Wanaka (transalpine), llegamos a Queenstown. La ciudad a la que peregrinan los ingleses que llegan Nueva Zelanda.
Los árabes van a la Meca, los cristianos a Santiago de Compostela, los fans de Elvis a Graceland, y los ingleses a Queenstown o Ibiza.
Ellos son así.

Por peticion popular: El otro lado.



Arthur's Pass.
Mi antipoda exacta.

Es extranho encontrarte exactamente al otro lado de rubinho. Imagino que tan extranho como el propio rubinho es.
No hubo un otro yo. No tengo un gemelo en el otro lado. No hay un tio valiente y decidido, seguro, y con un efectivo grado de malicia que se corresponda a mi consabida inocencia.
Alli solo estaba yo, un tipo que camina con aspecto de perdido a perpetuidad, paciendo durante un cigarro. Un cigarro bien largo. Un cigarro incapaz de escribirse en el garito internet de la ciudad de Christchurch, donde me encuentro tras haber dejado Queenstown.

Algo me ha pasado, eso es cierto. No soy el mismo que era antes de Arthur's Pass.
Es imposible ser el mismo que era.
No se quien soy ahora. Es algo que habra que escribirse con el tiempo y con unas cuantas tazas de cafe con gotas.
Supongo que ese es el fin de una historia.

En Arthur's Pass Village solo habitan sesenta y cuatro personas. Esta rodeado de montanhas intransitables. Montanha jovenes pero maduras. Se respira a una mezcla a pino, paredes de piedra seca y musgo humedo.
Por el camino, el agua cae en cascadas cuando se aburre de ser hielo.

Mi antipoda exacta es un lugar maravilloso.


Firme y decidido



Habiendo escalado un Glaciar, poco te queda por probar en este mundo.
Pero Nueva Zelanda no es mundo conocido. Es otra cosa.
Necesitas de toda una vida para vivir este pais.
Necesitaba de otros glaciares.

Janis rodaba y rodaba, y de Wesportp a Queenstown hay numerosas paradas interesantes.
Decia yo que despues de un glaciar viene otro. Del Franz Josef al Fox, y del Fox al Mount Cook.
De entre medias, algun lago.
Juro que no es getty images. E insisto, no uso photoshop en las fotos.
Este pais es asi.


Dejadme que os cuente algo.
En Nueva Zelanda, las carreteras son pocas, y las autopistas son menos. A menudo, para ir de un lugar a otro, a un tiro de piedra de distancia, te has de hacer cientos de kilometros dando rodeos durante horas, porque no hay dios que haga un tunel por una montanha de las que yacen por aqui.
Mount Cook esta apenas a unos 60km de Fox Glazier.
Hicimos unos 700km. Todo un dia en coche para llegar al punto mas alto de NZ.

Entrada la noche, la carretera se infesta de possums, de conejos, y de vacas.
Los Possums son una mezcla de rata y mapache. Los conoejos aqui no se los comen, asi que campan por doquier. Las vacas pernoctan haciendo autosptop.
Un trayecto interesante para llegar a la bendita Mount Cook Village bastante entrada la noche.

Mount Cook Village consiste en un hostal, un albergue de montanheros, una posada, y el hotel mas famoso de NZ. El M. Cook. Hermitage.
En el hostal no cabia ni un conejo. La posada estaba infestada de vacas jubiladas. El albergue de montanheros poseido por una excursion de instituto.
Nos recomendaron dormir en el coche.
Alquilamos uno de los chalets del Hermitage.

Mi espalda a la manhana siguiente estaba desconocida, confusa, y perezosa. Tanto tiempo pernoctando en hostales, en dormitorios de a ocho malolientes "as me" y en el tipico colchon kiwi, otrora conocido como Blandi-Blub, es algo que a decir verdad, se echa de menos.
Una habitacion para cada uno, cama King Size, colchon de verdad, y edredon de los que te abrazan y no te sueltan.
No es lo mismo, asi que de manhana, tras saludar a un par de conejos en el jardin (nuestro jardin) decidimos hacer una caminata ligera. Seis horas desde el pueblo hasta la base del Mount Cook, donde hay otro glaciar y un lago con hermanos pequenhos de antiguos icebergs.



Del lago, de los Icebergs, del camino de barro y los puentes que se cruzan con unas All Star, de nuevo a la carretera. Nos topamos a dos autoestopistas, y Janis les dejo entrar.
Paulinne (si, otra Paulinne francesa de Francia con acento frances) y Jan, un suizo que hablaba mas bien poco, como el otro suizo que conoci en National Park.

Lo mejor de viajar con un destino, pero sin planes, es que todo puede cambiar en un momento. Dejamos nuestra ruta para llevarles hasta su hostal, frente a otro lago, y su bus, lugar donde todos confluyen.

Aqui, he de hacer un pausa para comentaros como los ingleses estan desgraciando Nueva Zelanda.
Kiwi EXperience es una companhia (prefiero pensar inglesa, que no kiwi) que fleta unos buses verdes y los llena de ninhos mimados ingleses. Los ninhos acaban el High School, y los padres les mandan a vivir una gran experiencia, a madurar en el mundo salvaje.
Craso error.
Estos buses consisten basicamente en rodar y rodar duarante todo el dia. Llegar a otra ciudad, beberte toda la cerveza a ritmo de Shakira, y volver a subirte al siguiente bus para tirarte todo el dia en la carretera.
Durante mi viaje me he ido topando con alguna gente, que enganhados por la companhia, compraron el viaje con ellos. No devuelven el dinero, asi que cuando te encuentras rodeado de teenagers con cebada por cerebro, te joden las vacaciones por completo.
Es practica habitual de todo mochilero, llegar a un hostal y preguntar si para el kiwi bus, antes de pedir una cama. Si es un hostal donde para ese bus, media vuelta, farfulla algo del tipo "ahora vuelvo, me he olvidado la cartera en el piano" y huye.

A medio camino entre kiwi Experience, y montartelo tu solo, hay otras companhias, como Stray, Magic Bus, o Naked bus.
Si alguno de vosotros esta pensando en venirse a Kiwilandia, os aconsejo que no useis estos buses. En cualquier hostal conocereis gente. En cualquier lugar podeis hacer Autoestop. Alquilad una caravana, una furgoneta, una bici. Lo que sea.
Creedme, la posibilidad de elegir cuando parar, o cuando cambiar los planes, en NZ, es oro.

Dicho esto, volvemos a Paulinne y a Jan.
Ellos tiraban de Magic Bus. Que no es tan malo, pero que les forzaba continuamente a dejar el bus, currarse de alguna forma el transporte a donde querian ir, y volver a pillar otro bus unos dias mas tarde. Una caraja, vaya.
A Jan le perdimos la vista cuando se iba a por unas cervezas. Con Paulinne me reencontrare en Auckland antes de volver a Barcelona.

El caso es que cambiamos los planes. Decidimos saltar a la costa Este, a saludar a unas focas.
Paramos en Timaru. Llovia. Lo mas resenhable de Timaru son dos uruguayos del hostal donde paramos. Vino y cerveza y cerveza y vino. Muy graciosos. Especialmente cuando hablaban de los portenhos.

Al dia siguiente, carretera, a por los pinguinos.



Tardamos un dia mas en encontrarlos.
Los pinguinos son timidos y confusos.
Se esconden de los humanos (logico) porque temen a las focas (yo tambien).
Salen de noche, y caminan como los humanos que solo salen por la noche. Es decir, como los tabernarios que vagabundean haciendo eses.

Otro dia os lo cuento.
:)


Clara, acepta mi friend request de couchsurfing, petarda, que caduca.
Clara, gracias por tu referencia. Me encanta lo del dial drunk. :)

David, no tengo ni idea de cuando me pasare por corunha, pero caere por alla seguro.
Vete avisando a os hosteleros, que llegare con ganas.

Silvia, tu de mayor deberias de ser como tu.

Sonica, piro el 29. Asi que en un rato te paso un mail con mi direccion de Auckland.

Pipo, manhana vere el barsa before watching sperm whales. Espero que no se ague la fiesta.
Recuerdos a Ryjkard. Duro golpe lo de robarle sus enseres a cargo de los violentos. Imagino que la familia estab fumada.

Hoy he leido en el Marca que el depor va octavo.
Julinho, al final, siempre sale el sol.


Un abrazote a todos.