domingo, 30 de marzo de 2008

Suma y Sigue.



No es un ratón saliendo de la pared.
Es un músico asomándose por el techo.

Tíos, cada día me resulta más difícil explicar las cosas que pasan.

Mañana me piro a Wellington. Y de ahí, a la Isla Sur, que ya tocaba.
Para los profanos en la materia, Nueva Zelanda es como Extremadura, que son dos. Pero más grande, y en forma de islas. La de arriba es la Isla Norte, y la de Abajo es la Isla Sur.





Y hasta aquí la lección de Geografía.


Si una francesa de Nantes y su coche del más allá no lo impiden, a eso de las algunas de la tarde llegaré allí. Me haré un par de cacharros con Sónika (por fin esa foto) y también con Kahla (que aunque parezca nombre de mascota, es nombre de tía kiwi que mola) si se deja, Y un par de días después me pillo el barco para tirar a la Isla Sur, con Amy la francesa, o tal vez no.

Amy, call me as soon as you can, please.

Otra cosa, tíos. Mi teléfono aquí (HOLA CLARA) es 0064211024053.
Si necesitáis llamarme otra vez mientras os estáis poniendo tíbios a sidrazos (a la par que yo estoy desayunando un café, unos cacahuetes, y una banana) podéis hacerlo al 0064211024053.
Sé que el 0064211024053 es muy parecido a mi número de Barcelona, pero no, no, el de verdad es el 0064211024053.

Además de que el 0064211024053 es un bonito número, casi tanto como el 0064211024053, o el 0064211024053, si me llamáis al 0064211024053, no tengo que (HOLA CLARA) pagar la mitad de la llamada, porque el 0064211024053, es un móvil de aquí, un auténtico 0064211024053 neozelandés.
Me gusta mucho mi 0064211024053, os invito a que uséis ese y dejéis el otro (HOLA CLARA)para usarlo en Barcelona, cuando vuelva y mi 0064211024053 ya no tenga mucho sentido.

Vaya, eso, y que el otro lo habéis pillado encendido de milagro, porque estaba pasando cosas de uno a otro, además de que no lo llevo a ninguna parte.
Oíros de juerga ha sido una alegría, todo sea dicho.
:)

David, en cuanto me pase por Coruña de nuevo domesticaremos a ese irlandés. O viceversa. Cualquier posibilidad se me antoja divertida.

Xavi, las fotos no hacen justicia, créeme. Pasa que tu si no ves cocoteros tailandeses ya te alarmas :)

Christian, suerte por Lóndinum. Despeja la bruma. Un beso a Nica. Haz cosas.

Güey, veremos que pasa con Japón. Alejo ha dejado familia por allí? Alejitos de ojos rasgados?

Pipo. Gracias tío.

Sónika, te veo mañana.

Britta, i'll see you in a book.
Lot of kisses to you.


Un abrazote a todos.

lunes, 24 de marzo de 2008

zzz
















uf...
largo, largo de contar.
mañana.
zzz.

viernes, 21 de marzo de 2008

Casa y Cosas en barcelona

Hola a todos.

Hagamos de mi blog algo útil.
Mireia y Rob se piran a Barcelona en Abril.
Tras una pausa en Vic, irán a buscarse la vidilla por Barcelona ciudad.

La cosa es, que necesitan de casa y curro.
Casa: lo típico. Apartamento para dos (pareja, ergo piso para uno) a precio módico y aspecto un poco digno. Si sabéis de algo, y me lo decís para que se lo pueda pasar, les harías un gran favor.
Salva, tu hermano aún está en barcelona? Si su estancia termina estos meses, su piso podría ser una joya. Y de paso, cuéntame algo de tu periplo argentino, crustrrraceo, que estás en paradero desconocido.

También están buscando una habitación en un piso compartido (opción más que recomendable en Barcelona). Así que si os enteráis de algo, chachi. Son muy buena gente, doy fe de ello.


La otra cosa, el curro.
Ambos son 4x4. Mireia es una titulitis del mundo literario (superlicenciada en literatura). Puede hacer traducciones inglés-español y viceversa (Clara, seguro que tú sabes de algo). Después de haber vivido en Londres y Auckland, tiene tablas y staff suficiente para escribir en revistas y otros lugares, y hacerlo bastante bien.

Rob es de todo un poco. Desde jardinero a producer de cine porno. No sé si sabe tocar el piano, pero si supiese también lo haría de cojones. Ha vivido durante meses en una casa donde todo el mobiliario estaba etiquetado con post-its con su acepción española, así que puede desenvolverse con cierta habilidad y con un acento curioso. Kiwiñol, maomenos.

Háganme ustedes un rato feliz y propaguen el mensaje.

Os dejo con algo de verde, el típico bosquecillo kiwi, y con otras cosas que voy dejando atrás.

Un abrazo a todos.
:)


jueves, 20 de marzo de 2008

The Sandman

Hoy he terminado una semana que empezó en algún momento de hace algunos días.
Aún os debo la historia del Tongariro, y de Britta, y de las dos kiwis de Wellington a las que volveré a ver en Wellington. Pero merece la pena una pausa, un relajo.



Esta semana me he sumado al plan de Chalid (el alemán egipcio de alemania) y Skyler (extraño americano de Minnessota que no gusta de cerveza y NFL). Los dos tíos que conocí en el trecking del Tongariro.

Previo a esto, merece la pena comentar la soberbia Fideua que Mireia se curró en su casa. Espectacular.

Esa noche salí de Mireia's con Chalid, recien llegado a Auckland, en la búsqueda de dos suecas que había conocido en Rotorua. Como presente y buena voluntad, les llevamos una ensalada de frutas.

No hubo suecas, pero irse de fiesta por las calles de Auckland con una pedazo ensalada de frutas da muchas cosas para contar.
Tantas como la siguiente noche. Daniel, un couchsurfer canadiense me llamó cuando me estaba tomando un café en la piscina a media tarde.
Resultado, volví a casa a las cuatro de la mañana con la taza de café en una mano, y una jarra de Guinnes en la otra, tras pasearme por lugares de aspecto sicotrópico. Zappa sonaba de fondo. Volveré a ese garito. The Wine Cellar.



Pero vaya, eso son otras historias.

A lo que íbamos:
La cosa ha sido fácil. Coche y carretera. La típica road movie.
Playas de aguas verdosas, palmerámen, Sant Patricks Day, póker, gritos en la noche, discusiones sobre fútbol, y cientos de mosquitos asesinados.

Por el camino:

-La visita a los Señores del Bosque, los Kauris (árboles nativos, tamaño XXL, de los que dan para hacerte un chalet con piscina dentro) más grandes de Nueva Zelanda.






-Todo un día subido a un kayak. Mitad pantano, mitad río, mitad barro, mitad bahía del Pacífico.
Ahora soy mitad persona. Creo que tendré agujetas de por vida.

-Las playas donde se rodó la parte kiwi de "The Endless Summer".
Es curioso que por esa parte de kiwilandia, todo el mundo surfea. Y cuando digo todo el mundo, me refiero al espectro que se encuentra entre tíos que viven en una furgoneta con dos tablas, y familias de seis miembros en las que hasta la abuela busca olas. Impresionante.



Juliño, tío, te iba a traer un paquete de cera de la de allí, que tiene su cosa. Pero no me acordé de pedirla. Un Banana Split me dejó sin memoria.



Viendo el percal, había que sumarse a la fiesta. Así que unos días después, más al sur, en la península de Coromandel, Chalid y yo nos alquilamos dos bodyboards.
Las olas rompían en la orilla, pero vaya, que alguna cosilla se pudo hacer.

Tiene su gracia que al cabo de un rato de pugna con el mar, se me acercase un pro de los de aquí, en su tabla, a comentarme que ese día, más al sur las olas rompían mejor. Estuvimos charlando un rato, allá en la espera. Un tipo bastante salao que debía de estar aburrido de esperar y esperar. Muy majete.




La cosa, como no podía acabar de otra forma, terminó con un fuego en la playa.
A la luz del vino, de maría, y de los carajillos de Baileys, que ya estoy institucionalizando por estas tierras.

En cuanto pueda acabo con lo de tongariro, no se me olvida.

miércoles, 12 de marzo de 2008

De todo hay en la viña del señor.

Dicen que vayas donde vayas, siempre hay un gallego al otro lado de una barra.
Y aquí también.

Miguel, gallego de Lugo, posee la mejor vinatería de Auckland.
No podía ser de otra forma.
Acudí allí recomendado por Mireia. Que todavía se resiste a que postee una foto suya en el blog, por cierto, pero caerá. (ya la tengo, Mireia, sólo tengo que subirla)

Mañana toca fideuá en su casa, con su kiwi rob y otras gentes sajonas de buena conducta. Incluyendo a chalid, un alemán de Nüremeberg que conocí en National Park y que se viene a pasar sus últimos días en NZ a Auckland. Más abajo os contaré la historia de este tío y de skyler, un tío de Minnesota con nombre indio. Tremendo.

El caso es que quería llevar algo de vino y allá se me apareció un Alvariño. Allá donde Miguel. Allá donde el hombre de Villalva que habla gallego con acento de fuera.
Media hora hablando de cualquier cosa menos del asunto que nos traía entre manos, como buenos gallegos.
Quedamos en llamarnos para tomar una o dos otro día. Soy el primer gallego que ve en eones.

Estoy a poco de dejar de sorprenderme por este tipo de cosas. Este país es curioso en cuanto a encuentros en la tercera fase.

hela aquí.
Va por ustedes.

martes, 11 de marzo de 2008

Step by Step.

Bueno. Por dónde empezar.

Tongariro Northern Circuit.
Es esto:


Es decir, un Parque Nacional bastante ganso, de aspecto volcánico y superficie marciana. Por intervalos te puedes topas algo de vegetación. Incluso pequeños bosques, sobre todo cuando desciendes. Pero vaya, lo suyo es toparte un cráter o un lago sulfuroso a medida que vas caminando.

El recorrido base son 55 kilómetros. Yo me hice unos 50 entre recorrido y desvíos varios.
Lo normal es hacerlo en tres noches, y yo lo hice en dos, porque no tenía mucho tiempo.

Lo cierto es que es espectacular. Está considerado como uno de los mejores trecks del mundo. Y aunque no tengo ni idea del mundo trecking, puedo entender porqué.



A destacar:

La noche antes de empezar a caminar, conocí a Rachid y a Skyler. Un alemán de Nüremberg, y un americano de Minnessota. Estábamos en la misma habitación del hostal. También había un suizo. Y como suizo, se consideró neutral. Mejor. Parecía un serial killer. Un tipo raro. En su coche escondía un cadáver, o algo así. Ya sabéis, ese tipo de gente que apenas abre los ojos cuando habla.

Rachid y Skyler decidieron hacer el mismo recorrido que yo, pero en el sentido contrario.

Y vaya, que al día siguiente nos despedimos, y empezamos a caminar en sentidos diferentes.

El primer día, halleme de súbito entre miles de personas haciendo el mismo camino que yo. Resulta increíble, pero es que parte de mi recorrido coincidía con el Tongariro Crossing, que es el daywalk más conocido de NZ, y aquí se vienen manadas de agrestes kiwis y otros faunos a hacerlo. Resulta bastante atómico estar recorriendo un parque nacional en medio de la nada, en el culo del mundo, y que por momentos parezca la Quinta Avenida de NYC. Es incluso molesto, pero si vas a tu bola le vas sacando importancia.


Por partes, se me hizo algo durillo. hay dos tramos de ascensión entre rocas. Cuando llevas una mochila de 15kg y una rodilla te hace crak, escalar duele (no es una escalada literal, resulta fácil si todo va bien). Pero vaya, el dolor y las subidas fueron sólo la mitad del recorrido, así que se pudo llevar.



Lo más curioso es que cuando llegas a la cabaña donde vas a pasar la noche, te topas con cientos de personas en la puerta. Entras, abandonas tu mochilla a su suerte, te pones a hacerte tu casi pasta con su casisalsa, y por la ventana, desde fuera, te miran. Te observan.

Creo que éramos 12 los que hacíamos noche allí, pero como el Tongariro Crossing pasa por delante, eres una cosa más a la que hacerle fotos. Allí hay volcanes, lagos, rocas de formas obscenas, y tipos raros que duermen en cabañas.

Es una sensación del palo acuarium. De la jaula de los monos en el zoo. Se hacen fotos contigo. Algo así, más o menos.

Esa noche apenas pude dormir. Por el frío, por los ronquidos de dos daneses, y por los cuatro cafés con whiskey que me bajé con un galés bastante divertido.
Resulta excesivo, yo lo sé. Pero es que un supercarajillo cuando anocheces en la cima de un volcán, entre la bruma y el viento, sabe a gloria.




Al día siguiente, la cosa fue radicalmente distinta. Empiezas a caminar, y te tiras horas y horas sin ver a nadie. Las dos primeras horas, remontando la montaña para bajarla desde el otro lado, la hice entre una niebla que no dejaba ver a más de 20 metros, y un viento para echar a volar.

Cuando bajé a medio nivel de la montaña, tenía pensado parar en una da las cuatro cabañas del parque. A comer una manzana y recargar agua.
Cuando llegué allí, Chalid y Skyler estaban montándose un pic-nic en la mesa de fuera, esperándome.
Espectacular.



Estás en medio de la nada más absoluta, y te encuentras con gente que conoces, como si hubieras salido de cañas por una ciudad pequeñita.
Estas cosas me pueden, la verdad. Me sobrecogen.
Cuando esto sucede, unos cacahuetes una manzana saben a restaurante de acento francés y guía michelín.

Tras esto, vuelta al mundo marciano. Desierto, roca, desierto, roca, arenilla en la bota, parada para reponer protector solar, frío, calor, y de repente algo de vegetación. Y tras la vegetación, llegó un bosque de los de aquí. De esos en los que hasta los gnomos han de ser boinas verdes si pretenden instalar el dúplex en una seta.

Todo en esta vida resulta más atractivo por contraste. Y aquello fue orgásmico.



Mi rodilla se portó, y no dijo nada hasta que llegué a la siguiente cabaña. Lugar interesante, oculto entre árboles. Allá nos juntamos una fauna ciertamente incierta. Checos, kiwis, ingleses, daneses, noruegos, un japonés, y un servidor.

En un rato escribo lo de las kiwis que conocí allí, y lo de Britta, una alemana (un sol de tía) que me regaló el Diario de Anna Frank.

torero.










Básicamente:

Me he tirado tres días pateando entre volcanes. Cincuentaynosecuantos kilómetros subiendo y bajando solito por algo parecido a Marte.
Sin Ipod ni leches. Con una mochila y cacerolas para hacer sopa.
Una de las mejores experiencias de mi vida.
Alucinante.

Y también:
Chalid y Skyler y Kahla y Delyse y Mathias y Britta (oh, Britta...).

Y además:
Neil Gaiman, Anne Frank, y el campo de golf del Chateau Tongariro.

Me duele cada miserable parte de lo que queda de mi cuerpo.
Mañana os lo cuento.

martes, 4 de marzo de 2008

Yo soy más de letras.

Lo de los números ya sabéis que no es lo mío.
Y de los kiwis tampoco. 
Resulta que los números de teléfono son raros y a veces hay que poner un cero, y a veces no.

Es decir, que el teléfono que os puse, está mal.
El correcto es:
00640211024053

Si no os funciona con los dos ceros delante, es lo de siempre con las llamadas internacionales, cambiadlos por un "+".
Es decir:
+640211024053

Hoy llueve de la leche.




Lleva lloviendo así todo el día.
Diríase que llega el final del verano. Algo paradójico en el país de "The Endless Summer".

Creo que los kiwis están más locos que de costumbre últimamente. Es algo así como los bichos, que se ponen a hacer cosas raras cuando viene tormenta.

Me da a mí en la nariz, que los kiwis, como los bichos, saben algo que los mortales aún no sabemos.
Estemos preparados.

domingo, 2 de marzo de 2008

Siempre he querido ser un Gooney.

Esta ha sido una semana larga. Me parece mentira que hoy sea domingo. Pero lo es.
Y otro domingo más, se me cierran los ojos mientras escribo.
Quizá sea mejor empezar a escribir los martes. Los lunes siempre son más difíciles para contar cosas que no tengan relación con el fútbol.

En fin. Ya veremos.

Los días de esta semana han sido: Bay of Isands, Geoff, Miércoles, Sónika, Mireia y Siglo XIX.

Geoff se quedó en casa la noche del martes, cuando volví de Bay of Islands. Un buen tipo, pero ronca como para levantar el tejado.



Sónika se ocupó de la del jueves, y vaya ilusión que me hizo reencontrarme con ella.

Ella estrenó mi nuevo colchón hinchable de "me voy de camping".
Estaba un poco harto de no poder ofrecer más que el suelo para los invitados, así que ahora disfrutan de un colchón de matrimonio, que la verdad, tiene mejor pinta que mi cama. Quizá me invite a mí mismo.

Sónika tan maja como siempre. Ahora hace cosas con la energía de sus manos, como Son Goku. Mola.
Con ella me hice unas buenas pintas y pulpo a la japonesa por tabernas universitarias.

Pejota, no nos sacamos foto, pero en Wellingnton la veré de nuevo y ahí haremos unas cuantas sólo para ustedes.


Mireia.
Lo de Mireia es espectacular.
Resulta que hay unos 55 españoles censados en Nueva Zelanda. Mireia no es ni siquiera uno de ellos. Ella es de los otros.
Barcelonense de Vic y gallega de vicio y conxuros. Amiga de Nacho y de Santos.
Es mi vecina.
Increíble, pero es así. Vecina mía. A dos pasos de mi casa y en el otro lado del mundo.

Ella me enseñó un garito que parece digno de mi reiterada y poco exclusiva presencia. Pintas de Guinness, partidas de póker, billar, miles de libros amarillentos amontonados, gente con historias que contar, una habitación ilegal para fumar, y lo más importante de todo: Está al lado de mi casa (puerta con puerta)

Ella me dejó caer algo sobre una isla extraña a cuatro horas en barco, Great Barrier Island.
Así que al día siguiente, me fui para allí.
Toda una odisea llegar a tiempo al ferry. Pensaba que lo de saltar al barco que está saliendo era cosa de pelis de acción.
Pues no. También ocurre con seres normales como un servidor.
La historia completa os la cuento entre cañas. Merecerá la pena.

El caso es que llegué. Y me tiré a dormir en la proa. Justo debajo del cartel de prohibido dejar basura tirada por ahí. La foto es cortesía de una irlandesa que se encontraba entre mi cámara y yo.





Great Barrier Island.



Esto es una isla más pequeña que Formentera, pero más anchota y sin italianos.

Hay unos mil habitantes (la mitad alcoholicos y la otra mitad taraos de comer setas) y no hay electricidad, ni cobertura para móviles.
No hay cajeros automáticos, ni agua caliente por más de cinco minutos.
No hay ni downtowm, ni town, ni nada que se le parezca. Hay tres tiendas en toda la isla, y una biblioteca del tamaño de una cabina de teléfonos.
Ellos ahí siguen, en el siglo XIX.

El aspecto cuando llegas es algo así:



y así:


Cuando llegué, éramos unos once turistas en toda la isla. Y uno de ellos es una holandesa que lleva de turista en la isla doce años.
Hay doscientos patos que son únicos en el mundo y señales por la carretera (LA carretera) de "por favor, no pisar a los patos".

Hay dos policías en toda la isla. Un señor y una señora. Después de años y años de rumores, se ha confirmado que están enamorados.

También hay dos aeródromos. Para ir, y para venir.

Sólo me faltó ver el lanzamiento anual de pianos en catapulta y algún karibú.
Tíos, os recomiendo que vayáis a este sitio.

El lugar más reposadamente espectacular que he conocido en toda mi condenada existencia.
El lugar perfecto para ser un Goonie.























Sigo desde lo que os contaba ayer:

En el barco (un trasto oxidado que se mantenía a flote mediante oraciones y plegarias) conocí a varios personajes, curiosos ellos. Un maorí que no paraba de repetir "water is clear", a una irlandesa cuyo nombre no recuerdo, y a Sven. Un austríaco que viaja por Nueva Zelanda con su bici. Sven me recomendó su hostal, Crossroads. Así que me fui con él y le perdí la pista a la irlandesa.

Tipo curioso el Sven. Aquí podéis verlo en la parte de atrás del coche de una kiwi que conocí en el hostal (Jakie) y que me paseó por toda la isla. La pierna es de Jakie. Le da cosa salir en las fotos y sale corriendo en cuando aparece una cámara. De hecho es de de eso de lo que se ríe Sven.



La experiencia fue graciosa. Resulta que Jakie tenía una muela destrozada y estaba medio drogada. Había perdido la avioneta para ir a Auckland a ver a un dentista. Esto me lo dijo después de unas cuantas curvas. Así que al cabo de unas horas volvimos al hostal meternos algo en el estómago, y allí recogimos a Sven, que venía de reconocer el terreno con su bici. Creo que el pobre sólo entendió "pequeño paseo". Así que se vino descalzo y con lo puesto.

Tardamos un par de horas en explicarle a la kiwi la película de los Goonies.
Volvimos al anochecer.

Mientras Sven se iba a recomponer sus pies, y Jackie a por más química, me fui a conocer el lugar de encuentro de la isla. El centro social.
Varias pintas allí me bastaron para conocer a la fauna local. Era un día cualquiera. De esos en lo que hay un concurso de pesca y se celebra volviendo borracho a tierra para beberse el pescado y poner las jarras a la parrilla.



Lo más parecido que he visto a aquello es El Baile de los Vampiros de Polansky.
Rural. Muy Rural.
Simplemente maravilloso.

También tuve tiempo esos días de lanzarme a la maleza. Llovía. Llovía mucho. Pero me hice algunos paseillos y un pequeño trecking de unas cinco horas que acababa en lo alto de una montañita, en unas pozas de aguas sulfurosas.


Pasé de bañarme.
Olía a Rotorua y Rotorua huele mal.
Eso sí, fue una caminata cojonuda.




Me habría quedado allí eones, pero mi barco de vuelta a Auckland salía entre una hora y otra (aspectos inciertos de mundos aproximados, algo que se estila por aquí a veces), y me tocaba hacer autostop. Así que me despedí de los lisérgicos dueños del hostal, de su hija veintinosecuanteañeraaburridadeestaraquíconlasputasovejas (con la que tuve un incidente a lo hitchcock en la ducha) de Sven, de Jackie (no sin hacerles la pertinente foto a ambos) de gatos y otros bichos, y me volví a la carretera con el petate.



Ni diez minutos hicieron falta para que me recogiera pulgar arriba la tía segunda de la novia de un tío de Ámsterdam que llevaba a la susodicha troupe en el coche. Me llevaron al puerto, y se despidieron con mimos.

El holandés errante, erraba con su novia kiwi desde hacía meses. Gente curiosa también. Me los volví a encontrar en el barco y no dejaron de presumir de lo grande que era el pez que habían pescado el día anterior.

Dejé la conversación por unas horas y por Sigur Ros. Sigur Ros tiene sentido cuando el viento azuza la proa y tu solito ahí delante compartes salitre con los islotes y los delfines.

Bonito, bonito, bonito. Y las lágrimas eran de pote. Había estado cortando cebollas y el viento en los ojos hace cosas con los lacrimales.
Espectacular, vaya.



Después de un disco y medio me volví dentro con ellos. El dulce calor del hogar y el espantoso sabor de un panini hecho a bordo.
Ella era bastante guapa y trabajaba de producer en londres. Me hizo cosita y se me notó. Debía de haber hecho fotos pero me daba palo. Muy buena gente los dos.

Viaje largo y cansado en un barco para llevar cosas y no personas.
Llegamos agotados.

Nos despedimos allá por Auckland.
Imagino que me los encontraré por el mundo.







*por cierto, disculpad el toque de algunas fotos, entre hortera y de 2001. Es cosa de los blancos de la canon. Que o no acabo de pillarle el truco, o funciona como le sale de las lentes.