jueves, 20 de marzo de 2008

The Sandman

Hoy he terminado una semana que empezó en algún momento de hace algunos días.
Aún os debo la historia del Tongariro, y de Britta, y de las dos kiwis de Wellington a las que volveré a ver en Wellington. Pero merece la pena una pausa, un relajo.



Esta semana me he sumado al plan de Chalid (el alemán egipcio de alemania) y Skyler (extraño americano de Minnessota que no gusta de cerveza y NFL). Los dos tíos que conocí en el trecking del Tongariro.

Previo a esto, merece la pena comentar la soberbia Fideua que Mireia se curró en su casa. Espectacular.

Esa noche salí de Mireia's con Chalid, recien llegado a Auckland, en la búsqueda de dos suecas que había conocido en Rotorua. Como presente y buena voluntad, les llevamos una ensalada de frutas.

No hubo suecas, pero irse de fiesta por las calles de Auckland con una pedazo ensalada de frutas da muchas cosas para contar.
Tantas como la siguiente noche. Daniel, un couchsurfer canadiense me llamó cuando me estaba tomando un café en la piscina a media tarde.
Resultado, volví a casa a las cuatro de la mañana con la taza de café en una mano, y una jarra de Guinnes en la otra, tras pasearme por lugares de aspecto sicotrópico. Zappa sonaba de fondo. Volveré a ese garito. The Wine Cellar.



Pero vaya, eso son otras historias.

A lo que íbamos:
La cosa ha sido fácil. Coche y carretera. La típica road movie.
Playas de aguas verdosas, palmerámen, Sant Patricks Day, póker, gritos en la noche, discusiones sobre fútbol, y cientos de mosquitos asesinados.

Por el camino:

-La visita a los Señores del Bosque, los Kauris (árboles nativos, tamaño XXL, de los que dan para hacerte un chalet con piscina dentro) más grandes de Nueva Zelanda.






-Todo un día subido a un kayak. Mitad pantano, mitad río, mitad barro, mitad bahía del Pacífico.
Ahora soy mitad persona. Creo que tendré agujetas de por vida.

-Las playas donde se rodó la parte kiwi de "The Endless Summer".
Es curioso que por esa parte de kiwilandia, todo el mundo surfea. Y cuando digo todo el mundo, me refiero al espectro que se encuentra entre tíos que viven en una furgoneta con dos tablas, y familias de seis miembros en las que hasta la abuela busca olas. Impresionante.



Juliño, tío, te iba a traer un paquete de cera de la de allí, que tiene su cosa. Pero no me acordé de pedirla. Un Banana Split me dejó sin memoria.



Viendo el percal, había que sumarse a la fiesta. Así que unos días después, más al sur, en la península de Coromandel, Chalid y yo nos alquilamos dos bodyboards.
Las olas rompían en la orilla, pero vaya, que alguna cosilla se pudo hacer.

Tiene su gracia que al cabo de un rato de pugna con el mar, se me acercase un pro de los de aquí, en su tabla, a comentarme que ese día, más al sur las olas rompían mejor. Estuvimos charlando un rato, allá en la espera. Un tipo bastante salao que debía de estar aburrido de esperar y esperar. Muy majete.




La cosa, como no podía acabar de otra forma, terminó con un fuego en la playa.
A la luz del vino, de maría, y de los carajillos de Baileys, que ya estoy institucionalizando por estas tierras.

En cuanto pueda acabo con lo de tongariro, no se me olvida.

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